Imagen vía @luisete en Flickr

Ourense engancha. Ourense enamora. Sabía de sus virtudes a través de la pasión que Alfonso derrocha por su tierra. Que se come bien, decía, que hay una gente sensacional. Que el agua hierve en el centro de la ciudad, que tenía que ir, me repetía.

Y hace unas semanas llegué allí, en una nueva aventura de Tapas&Blogs, esta vez amparada por Orentour y acogida por la cálida gente blogger que inicia una nueva aventura tapabloguera en Galicia. En menos de cuarenta y ocho horas íbamos a descubrir la ciudad, sus calles, su gente, sus productos y su comida. 

Un paseo de tapas por la zona vella de Ourense

Descubrimos mucho más; que la lluvia de Galicia moldea un carácter acogedor a sus gentes (vale, en Ourense llueve menos, apuntado queda). La primera etapa la cubrimos a pie y distribuidos en grupos para poder tapear de manera ordenada y simultánea en varios lugares del casco antiguo o zona vella.

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Conocimos la plaza de los Suaves y con ella la historia de un grupo emblemático para la ciudad. Pero ¿no conoces a los Suaves? me preguntaban los paisanos. Evidentemente, no. Plazuelas y más plazuelas a nuestro paso. Era descubrir una y llegar a otra al atravesar un pasaje, tan o más bonita que la anterior. La gente en la calle bebiendo el final de octubre, apurando el principio del otoño, festejando la ausencia de lluvia. Nos dejamos cuidar en el Monterrey, en Atarazana, y en Fuentefría, donde una tosta de anchoa fue la starlette de la noche.
El sábado por la mañana paseamos hasta As Burgas, termas en el corazón de la ciudad, algunos paisanos bañándose en su interior mientras tomábamos la fuente pública donde el agua ardía desde el caño. Junto a la mara de blogueros, un paisano se lavaba castamente: primero las piernas, luego el torso, brazos y manos, para terminar con la cara y sellar el baño con un buen sorbo del agua.

 

Flavio Morganti, el pan de Cea y mucho más

El paseo terminó en el Auditorio Municipal, donde Flavio Morganti dirigió una jornada dedicada al producto ourensano. Había oído hablar del pan de Cea y por fin pude conocerlo. Un pan con Identificación Geográfica Protegida que se vende siempre en bolsa (de papel) con su sello de autenticidad y mantiene un proceso de fabricación artesano desde el siglo XIII. Un pan recio,  potente, cuya corteza conserva la ternura de su interior.

El pulpo esperaba ansioso entre bambalinas, y en cuanto nos descuidamos allí estaba, bailando frenéticamente con una guarnición de patata local tras haber sido cocido con vino de las cuatro D.O. de Ourense, y vestido con el aceite de oro de Aurensis. Un púrpura y tierno bailarín que pasó de boca en boca derrochando placer.

Me fascinó la historia de A Pita Cega (La Gallina Ciega) un vino humilde que huye de rimbombantes nomenclaturas para ser fiel a las ilusiones de la familia que lo produce. La finca en la que crecen sus cepas dedica una pequeña parte a éstas, dejando una zona de seguridad en la que hay gallineros, cultivos, y pastos que las protegen de plagas.

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Y hablamos de castañas, de la mano de Cuevas, una empresa que las confita y las vende en diferentes formas, puré, marrón glacé o almíbar, tras una cuidadosa selección y manipulación. La castaña siempre me cuesta, no le saco ningún placer, únicamente consigue hacerme ojitos en marrón glacé cuando la preparación está bien resulta.

Desconocía la existencia del Tostado de Ribeiro, un vino dulce obtenido de uvas pasas recuperado en estos años. Las uvas se pasifican con mimo para extraer el mosto obteniendo una producción pequeña y selecta. Es un vino de precio elevado que sin duda lo merece con tal de poder racionar una copa tras esa comida especial.

Flavio Morganti, que lo mismo te presenta un evento que te cocina unos berberechos, se puso tras los fogones y fue sacando platos en un ritmo frenético.  Para mí fue uno de los mejores show cooking que recuerdo; un cocinero entregado al producto, dándole a la sartén con furia, explicando al que quería escuchar cómo se hacía cada plato, posando para la foto y sirviendo comida constante a no menos de cincuenta personas. Pulpo, caldo galego, consomé, empanadas esféricas, raviolis de grelos, chuletón de buey y otros muchos platos en una cadencia brutal.

Al final llegaron los dulces hebreos de Herminia, que no quiso dejar su Tafona de Ribadavia porque ella ya no está para estos trotes y lo que le gusta es amasar, hornear y vender. Me hubiera encantado dejarme caer hasta su tafona, pero no fue posible,  queda la visita apuntada para otro viaje.