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Los hashtags se crearon para agrupar conversaciones en torno a un tema común. La primera vez que vi uno fue en el EBE. Bueno, la verdad es que en el EBE he tenido innumerables primeras veces 2.0, pero esa es otra historia. Aquel esbozo de palabra precedida por una almohadilla aparecía en todos los tweets que salpicaban dos enormes pantallas y pregunté.
-Si pinchas aquí, podrás ver todo lo que la gente está hablando sobre esta charla.
Me hice una idea a pesar de que hasta ese minuto no entendía Twitter y mis esfuerzos por utilizarlo habían sido tan estériles como torpes. Para todo hay una primera vez.

A partir de ese día comencé un aprendizaje exponencial que me llevó por varias etapas. Se habla mucho de los usos de Twitter, de cómo se debe o no utilizar y es cierto que a todos nos rechina como lo usa fulanito o menganito, pero creo que simplemente es cuestión de evolución. Que todo llega, cada uno a su tiempo y estilo.

Poco a poco vamos interiorizando usos, pasamos de agradecerlo todo a pleno pulmón a hacerlo de forma más discreta, solo para los interesados; en un rapto de amor, hacemos Follow Friday a nuestra madre, que hace el cocido como nadie pero no tiene cuenta de Twitter, hasta que caemos en la cuenta de que quizá mejor no. Utilizamos hashtags para partirnos el lomo con los colegas hasta que nos cala su función más útil y ya no nos hacen tanta gracia esos haikus almohadillados.

Imagen de Edwar Betts en Flickr

Algo está pasando con los hashtags. Nacen y crecen confusos, se pasean por eventos luciendo rimbombantes y larguísimos nombres de pila. Quizá inspirados por aquellos hasthtags gamberros que condensaban información jocosa y que tantos buenos ratos nos han dado a algunos, se convierten en marcas que pretenden aportar toda la información de un determinado evento a primera vista.

Siguiendo esa tendencia, si queremos comunicar sobre la vendimia en octubre de 2012, pariremos #vendimiaenoctubre2012; si nos sentimos inspiradísimos por la zona en la que se vendimia, lo convertiremos en #vendimiaRiojaenoctubre2012. Muy práctico, sí. Conseguiremos grabarlo a fuego en las retinas de los followers de nuestros influenzers, pero ¿y el mensaje? ¿Dónde queda el contenido?

Los hashtags son la columna vertebral de un acontecimiento. Puede ser un evento, una tragedia, el visionado de una serie, un movimiento solidario, etc. Algunos parecen crearse de manera natural y funcionan como la seda independientemente de su extensión. Son el mensaje en sí mismos y consiguen su objetivo viral, un buen ejemplo son #occupywallstreet o #nolesvotes.

Imagen de kajsahartig en Flickr

Pero si organizamos un congreso o un evento y tenemos que crear un hashtag que articule la información, es conveniente sintetizar facilitando tanto la escritura como la lectura. Que no lo digo yo, lo dice la experiencia de quienes saben de esto. 

Bueno es tomar ejemplo, veamos algunos casos: 

Si lo damos todo en el hash, vetamos espacio para contenido; queremos que nuestro evento sea visible, que los asistentes cuenten muchas cosas, pero capamos un 10% adicional de los caracteres disponibles. Todos habéis visto estas etiquetas interminables, tú también ¿realmente crees que tienen sentido?

El hashtag se convertirá en marca por sí solo (un buen ejemplo es EBE) pero no pretendamos incluir nuestra marca en un hashtag en toda su extensión junto a una experiencia, un hecho puntual, una fecha, porque quizá logremos convertir la etiqueta en un hashtag spam. Seamos prácticos, menos es más.