Puente de Cristina Enea, Enero de 2012 en Instagram
Qué tiempos aquellos en los que el cabeza de familia se despedía con un: - adiós familia, voy a revelar el carrete. Solo con decir “el carrete”, hasta el último mono sabía a qué se refería: las veinticuatro fotos de la visita a Ávila y el cumpleaños de la pequeñaja. Porque hubo un tiempo en el que se racionaban los disparos, se esperaba el tiempo necesario para poder revelar y , tras una prórroga en la espera, se obtenía el botín: un taco de fotos brillantes abrigadas en un sobre de colores.

Y en estos años todo ha cambiado. Hasta el más pichichi, el más recalcitrante, ha abrazado la fotografía digital, y los hay que documentan cada uno de sus movimientos. Servidora, por ejemplo.

A medida que fui mudando la piel hacia el mundo 2.0, fueron surgiendo distintas esferas en las que clasificar las imágenes. La tarea más sencilla fue buscar un hogar digital para aquellas capturas almacenadas en una tarjeta de memoria. Sólo había que decidir cuáles estarían en público y cuáles en privado en Flickr y luego, escoger aquellas que ilustrarían un post.

Colacao, julio de 2012 en Dirty Dishes

La romería llegó con el smartphone. Siempre en el bolsillo, siempre preparado para disparar. Una alcantarilla especialmente atractiva, un centollo listo para comer, un paisaje lleno de belleza, mi gato durmiendo como una marmota, Strawberry Fields, lo que queda de una fabada, una imagen borrosa de Sigourney. El problema es que distingo claramente unas de otras bajo mi criterio peregrino y por ello utilizo Instagram, Posterous, Tumblr, y Flickr para publicarlas, volcando finalmente a Facebook y Twitter unas pocas elegidas.

Instagram es donde subo y comparto las fotos más, digamos, artísticas. Son esos momentos robados, escenas sugerentes, paseos en solitario que capto y edito posteriormente sin prisa. Curiosamente, nunca aplico los filtros de Instagram, utilizo casi siempre Camera+.

A Posterous van los gestos cotidianos sin retoques: la cola del pan, fotos de eventos a los que asisto, pajas mentales e imágenes que ilustran mis tweets. La vida diaria e inmediata.

A Tumblr llegan los platos sucios y los culos de vaso tras editar las imágenes pausadamente y disfrutándolo. Normalmente guardo varias para retocarlas a la vez y dejo programada su publicación.

Cerveza, paisaje, julio de 2012 en Culos de Vaso

Esto significa que en una misma comida puedo sacar fotos a mi familia, que acabarán en un disco duro y en un álbum privado de Flickr. A los platos que comemos para crear un álbum público del restaurante en Flickr. Quizá alguna de éstas se suba a Posterous si decido tuitear ese plato. Si hay alguna escena lo suficientemente moñas, Instagram engordará un poquito. No quiera el destino que hayamos bebido el vino en una copa con un fondo curioso, que Culos de Vaso se nutrirá un poco más. Y por supuesto, antes de que el camarero retire la mesa me entretendré captando belleza entre los platos sucios, imágenes que publicaré en Dirty Dishes.

Nadie sabe cómo he llegado a esto, quizá esté enloqueciendo. En una caja, en lo alto de un armario, espera una montaña de fotos analógicas a que un día alguien la clasifique en un álbum de tapas gruesas. Voy buscando una escalera.