Bodegas Aroa

Han pasado muchas semanas desde que volvimos de Estella, y de la primera crónica que escribí sobre el encuentro. Nos ha dado tiempo a mucho, también a saber que Marta Borruel no volverá a estar al frente de la organización, aunque inevitablemente para todos su nombre quedará siempre ligado a esta tierra y estas jornadas.

Revisando las fotografías de #gastronav me invade la sensación de que no fueron tres días, sino que entre cada acto, mesa y visita transcurrieron muchas horas, lunas diría yo. Cada momento ha tenido su tempo, y se suceden como diapositivas: desayuno blogger, mesa blogger, microsiesta blogger, paseo blogger, comida blogger, y así, un largo tiempo condensado en tres intensas jornadas.

El sábado ya éramos todos estellicas, y formales como comulgandos, nos sentamos puntuales para seguir la mesa Blogger trips a unas horas que no son de este mundo. Nos meció con su palabra mi compañera de otros lances Maria Victoria Rodriguez, experta blogger de viajes. Puso en común aquello que encuentra a cada paso como participante de viajes de prensa, A.K.A. blog trips.

Terraza de Bodegas Aroa

Pero no voy a hablar de las mesas sino de las experiencias que vivimos esos días, visitando dos bodegas y una quesería, tapeando en Estella bajo la lluvia, intentando ser un poco canallas en el momento G&T.

Dos bodegas. Una pequeña y hermosa, dibujada con mimo en el horizonte estellés. Otra grandiosa y solemne, levantada sobre un terreno muy especial. Aroa y Arinzano, Arinzano y Aroa.

Bodegas Aroa

En ellas fotografiamos barricas, olimos madera, bebimos jarras de vino aún por hacer, quitamos tapones, volvimos a oler. Bebimos y comimos como deben hacerlo los ángeles cuando salen por ahí.

Admiramos arquitectura, en ambas bodegas había mucho que ver. Aunque la nave de Arinzano, pensada por Moneo, es impresionante, yo me quedo con la figura de Aroa, recortada sobre el cielo, con su complejo techado cubierto de maderas de mil matices y sus barricas clavadas como hitos a la entrada.

Señorío de Arinzano

Recuerdo la simpatía y el cariño de la gente del restaurante Entregarnatxas durante la cena, comimos espárragos y aquella borraja que tanto odiaba de niña y que tan rica está.

En Arinzano, Maher nos recibió con un catering inolvidable, a cada plato una joya, bendito rabo de novillo, bendito panaché de verduras. Bendito vino. Bendito Gustavo.

Panaché de verduras de Navarra
Rafa Prades y Montse Ferandez-Carracedo

Allí nos alegramos con los premios a los amigos; Rafa no daba crédito, cuando todos sabemos que merece eso y más; Montse estaba feliz, y nosotros por ella, hemos sido testigos de su excelente trabajo en Guía Repsol a pie de evento. Ahora corre por otras calles, dejando el testigo a Lúa. Y me alegró mucho la mención del jurado a The Glutton Club, estos señores hacen muy bien las cosas y da gusto abrazarlos.

Miguel Aisa

Quesos en la quesería Aisa

Olimos también a queso, en una hambrienta visita a la quesería Aisa; allí probamos quesos y bebimos, pudimos recorrer las instalaciones y nos explicaron el proceso que siguen para producir sus quesos D.O Idiazabal. En la cava quedamos al final los más viciosos, dejándonos impregnar por ese olor tan característico. Me traje a casa medio queso viejo, mi tesoro.

Gustavo y Alfonso al otro lado de la barra

Escribimos momentos en una taberna de Estella, donde seguimos hablando de blogs, microponencias variadas adobadas con alitas de pollo. La sed de más conversación nos devolvió al Tximista, donde copas y hielos jugaron al twister con tónica y ginebra. Gustavo y Alfonso se lanzaron como espontáneos barmans ocupando el otro lado de la barra. No se puede ser más sinvergüenza.

Completa este post la parte contratante de la primera parte: 2011, mi #Gastronav particular