Siempre me pregunté cuál sería el origen de las levaduras. Para hacer pan se necesita un fermento, pero ¿de dónde viene? ¿cómo se proveían de él en las casas aisladas en las que antiguamente se hacia pan a diario? Descubrir el milagro de la masa madre ha sido todo un acontecimiento para mí, y una respuesta a una pregunta recurrente.

Nunca hice pan en casa, nunca me atreví. No he sido nada osada en materia panadera, pues creía erróneamente que el pan era cosa de otros, de tahonas bien dotadas con hornos y buenas materias primas. De profesionales. Qué ignorante.

Y aquí me hallo, mimando un bote en mi cocina, acariciándolo casi con los modos celosos de un Gollum doméstico. Mi familia me ve relacionarme con el frasco y no entienden nada. He tenido que dejar bien claro, bajo amenaza de cataclismo, que nadie lo toque, lo limpie, ni siquiera lo mire de continuo.



A partir de una mezcla de yogur, agua, pasas y harina, surge el milagro y la vida. Es un proceso inicial de seis días, que Daniel Martinez ha descrito e ilustrado en El Monstruo de las Galletas (cuya lectura os recomiendo), según la receta de Dan Lepard en el libro Hecho a mano. Una lectura, la de esta obra, que huele a harina y horno, una promesa de pan y paz.

Mi primera masa madre fue un total fracaso, sin mas burbuja que la efímera nacida de la agitación. La segunda está naciendo a la vida según lo planeado y relatado por Lepard. Ya al cuarto día se cuajó de burbujas, visibles en la superficie y a través de las paredes del bote de vidrio. La evolución del cuarto al quinto día ha sido espectacular, ya solo faltan horas para contemplar mi tesoro en su culmen y empezar a utilizarlo, a experimentar entre harinas.

La paciencia, reflexión y atención que me faltaron en el primer alumbramiento frustrado, han estado celosamente presentes en el segundo intento. Suele pasar. No os desaniméis, intentadlo una y otra vez con mimo, sin miedo.

Dos lecturas imprescindibles para iniciarse en el mundo del pan: Hecho a mano de Dan Lepard, y Pan, de Xavier Barriga.