Cinco estrellas. Cuando estás en un hotel de cinco estrellas esperas más. La estancia en el Hotel Spa Arzuaga se nos hizo extraña, con una constante sensación de estar alojados en un decorado de atrezzo. El contraste entre la parte nueva de líneas modernas con un toque kistch involuntario y la falconcrestiana zona castellana del restaurante y bodega, se hacía patente en el momento del desayuno, cuando un recorrido por un pasillo cambiante, del cual se descolgaban enormes cuadros de gruesos marcos dorados, nos llevaba hasta la terraza del comedor.

Allí nos esperaba una mesa en la que reposaban, a la espera de comensales, un plato con dos pequeñas napolitanas (simulacro grosero de pain au chocolat) un donut recubierto de chocolate y un bollo panificado que pretendía ser un croissant. A su lado, un plato con una pomposa blonda blanca sobre el que se mostraba una expo de tarrinas que no presagiaba nada bueno.


Por suerte el zumo era natural, dos jarras en la mesa de servicio, una de ellas cubierta con una servilleta. En un costado de la mesa, un convoy con una botella de aceite marca de la casa y una botellita de vinagre anónima. Delante, la carta de desayuno, con ofertas desde la mortadela hasta la fruta del tiempo (la fruta, limpia y bien cortada, la probamos y aprobamos). Platos calientes con los que no nos atrevimos, huevos revueltos, fritos, con salchichas, etc.




Pedimos una tosta de pan con aceite de Arzuaga, como rezaba la carta, y a nuestra mesa llegó un trozo de barra de pan sin gracia, cortado por la mitad y tostado en su superficie, pero blando en la base y en el centro. Al ir a verter el aceite, notamos la grasa en nuestra palma resbalando por el lomo de la botella. Hicimos esfuerzos por no formar una balsa sobre el pan, imposible graduar el hilo de aceite con una embocadura tan grande.

Y en estas estábamos cuando vimos el último renglón de la carta: precio: 25 euros, gratuito para los clientes del hotel. Y entonces recordamos que estábamos en un hotel de cinco estrellas, pues lo habíamos olvidado mientras nos limpiábamos el aceite de las manos con la servilleta y jugábamos a adivinar cómo y en qué momento se formaron los agujeros de color rosa que lucía el mantel.


Comparando con otras experiencias, comentar que por 25 euros desayunan como reyes dos personas en el Hotel Barceló de Sevilla (4 estrellas) con un bufé interminable, bollería de calidad, café Nespresso, embutidos variados, aceites de oliva virgen extra a escoger, fuente de chocolate y servicio impoluto.

¿Es tan difícil querer un poco al cliente? ¿Son las cinco estrellas un reclamo fácil que no exige compromiso de calidad? ¿Quién supervisa la categoría de los hoteles? Va a ser que, como dice mi madre, le dan el carné a cualquiera.

Hotel Spa Arzuaga


Ctra. N.122 Aranda-Valladolid, Km. 325
47350 Quintanilla de Onésimo
(Valladolid)

www.hotelarzuaga.com