Además de la cocina, hay un escenario importante en la tarea de un blogger gastronómico: el escritorio donde nos sentamos a poner en palabras todo aquello que pasa alrededor de un plato, un ingrediente, un restaurante, una vez limpias las manos y con la cabeza llena de ideas.

Pero, ¿qué hay en la mesa de un blogger gastronómico? Hoy voy a enseñaros la mía, el lugar donde trabajo a diario en este y otros blogs, unos devocionales y otros profesionales. La intención no queda solo en mostraros un poco de mí, sino animaros a compartir a través de esta ventana vuestros lugares de trabajo, esas mesas, limpias o abarrotadas, de las que salen vuestras reflexiones. Vamos allá. 

Equipo. Fundamental, en muchos casos solo basta con esto. Para trabajar utilizo un portátil Dell acompañado por un iPad con un teclado inalámbrico. Se han convertido en una pareja perfecta, compenetrados como Romina y Albano en tiempos, mientras uno busca información o perrea en Twitter, el otro se deja aporrear sin piedad. A un lado está el retoño de la pareja, el iPhone, que también pone su granito de arena apagando algún fuego de vez en cuando.

  

Panel de notas. De cristal para poder escribir ideas, tareas pendientes, tomar notas al vuelo. Muy F.B.I, solo faltan fotos de sospechosos feos y escenas del crimen.

Lucecitas. Pienso hacérmelo mirar. Con el paso del tiempo voy colocando pequeñas luces rodeando el escritorio. Que si una guirnalda de estrellas sobre el panel, que si un bicho luminoso a un lado, que si una lamparita enana al otro... Por las tardes las enciendo y me ayudan a sentirme cómoda.


Tarjetas Moo. Allá donde haya un blogger gastronómico habrá unas minitarjetas Moo. También deberíamos hacérnoslo mirar. Las mías están recién llegadas y muy inquietas en su cajita, deseando presentarse en sociedad. Como le dije hace poco a Rosana, con ellas ya me siento más integrada.

Gatos. No es un elemento imprescindible, pero sí muy conveniente. Le recuerdan a una que hay vida a unos metros de su ordenador, convocan reuniones improvisadas y muerden los cables de los cargadores. Qué haríamos sin ellos.


Reunión de trabajo. Aún no habían llegado las lucecitas.

Algo de comida. Desde una lata de fabada en análisis, hasta la última botella de aceite de oliva virgen extra recibida, siempre hay algo comestible en la mesa.

Equipo fotográfico. Imprescindible y siempre a mano. Sobre un estante, a un lado de la mesa, las cámaras y objetivos. Tomando y editando fotografías a diario, no pueden estar en otro lugar. Imprescindible algún resto de masa seca incrustado en la rueda del objetivo.

Dossiers. Terminan llegando en masa. Una cajita para los usb y archivadores con los últimos dossiers de prensa recibidos. Sobre la mesa los que están en revisión. Los usb más chulos están expuestos en un pequeño jardín tecnológico.


La factura del último restaurante visitado. Llegamos, hacemos fotos, comemos y nos llevamos la factura, que hay que detallar qué comimos y cuánto costó. Una vez pulido el post, al archivador, que Hacienda somos todos.

Calor y relax. Lo que no se ve. Bajo la mesa, un radiador de aceite y un masajeador de pies, que la escritura en solitario es muy dura y fría, y como dicen las abuelas, todos los males entran por los pies. Hay que cuidarse.

Y aquí es donde esta perra es feliz escribiendo. Compañeras, compañeros, os invito de nuevo a compartir vuestras mesas de trabajo en Deliciosa Miranda, podeis enviar las imágenes y el texto a fionaenmisalsa(@)gmail.com. ¡Siempre gracias!