De nuevo un viaje con la incertidumbre de siempre: ¿cómo será el desayuno? Las referencias del Hotel Nabia eran buenas, pero esto hay que comprobarlo a golpe de mordisco, trasteando in situ entre bollos, zumos y lácteos. La tarde de nuestra llegada auguraba una mañana bastante decente a la mesa. 

Los planes de salir a cenar en Candeleda se esfumaron al poner una pica en el hotel. Apetecía estar allí, no apetecía bajar. Una cena en el comedor, abierto solo para huéspedes, prometía comida y descanso, así que nos lo tomamos con calma haciendo tiempo y derrochando pereza entre el jardín y la habitación. 


La cena, sencilla y correcta, hecha no para sorprender, sino para reconfortar y agradar. Una carta escueta y sencilla que cambiaba cada día con productos de la zona, ensaladas, carne y pescado y una sopa de cebolla que me procuró un profundo sueño durante la noche.

Pues eso, que me desperté con hambre y a las 9 ya estaba merodeando en el bufé. Limpieza y un buen surtido para escoger. Bollería reciente, magdalenas y croisants de familia bién, crujientes y de buena mantequilla. Panes a discreción, fruta recién cortada, charcutería y queso protegidos por una pequeña vitrina. Este detalle se agradece tras haber catado muchos desayunos en los que las lonchas de queso, jamón y demás chacinas aparecen lánguidas y en procesos sospechosos.

En el comedor de Nabia lo que se sirve resplandece. Desde hace tiempo, el café es secundario en mis desayunos diarios y busqué consuelo en los yogures. La primera mañana eché mano del yogur griego en tarrina. No encontré lo deseado, mala elección. El nivel de la pitanza hubiera agradecido un esfuerzo en ofrecer yogur hecho en casa, algo fácil y nada caro que hubiera dado un plus a un bufé cuidado.





A la mañana siguiente probé con un yogur de esos para el tránsito. Mejor que el anterior, pero no lo que hubiera deseado. El escollo del yogur lo salvé con un buen café de Nespresso, zumo natural de naranja recién exprimida queso fresco de Candeleda y un buen plato de fruta. Nos ofrecieron huevos fritos o revueltos, pero los rechazamos. A esas horas, si me tengo que comer un huevo, que sea de esos que pasan un buen rato a 65º, por favor.


La segunda mañana ataqué la mermelada de higos con fruición.  De diez. A destacar pequeños detalles como disponer recipientes en los que llevarse a la mesa porciones de mermelada o tomate rallado. Puntos de higiene que en pocos establecimientos se cuidan.

El desayuno en el Hotel Nabia es de los de poner en la lista buena, de esos que deseas con gusto al abrir el ojo el segundo día de estancia. 

Hotel Nabia

 

Ctra. Santuario de Chilla s/n, Candeleda (Ávila - España)
www.hotelnabia.com